Por Ana García Salvago

Es un sábado de finales de los 90 y suena ‘The rhythm of the night’ en un pub de la avenida de la Constitución. Está lleno de gente, el humo espeso del tabaco inunda el local y los jóvenes bailan al ritmo frenético de la música mientras beben calimocho y cerveza. Es uno de los sitios de moda en Murcia. Los porteros piden el carné de identidad a los que entran, y muchos acceden porque los de seguridad hacen la vista gorda cuando ven el carné del instituto falsificado, están en tercero de BUP o en COU, dentro de nada cumplen 18. Los baños están al fondo y para salir a la calle hay que subir unas escaleras. El local se viene abajo cuando el DJ pincha ‘Get it up’, y todo el mundo salta. Cuando llega la hora de ir a casa salen con hambre, directos a comer un trozo de pizza o un gofre con chocolate. 

Es lunes. Una vuelta más a la resistencia y mientras suben la montaña virtual en la bicicleta de spinning la misma música que oían hace cerca de 30 años el sábado por la noche suena en la clase. La monitora grita que hay que apretar y ponerse de pie mientras un ejército de deportistas levanta el culo del sillín. Es una suerte que esa música siga viva y que incluso los más jóvenes de la clase tarareen las canciones. No hay nada como esa música para sudar, antes bailando, ahora sobre la bici. En cualquier caso, anima mucho más que un reguetón. No parece una sesión de gimnasio, es más bien como estar en un pub, pero mucho más sano. Y además, es lunes y son las ocho de la tarde. 

Cuando salen de la clase cocinan algo para cenar, tortita con base de huevos rellena de salmón, la proteína no puede faltar después del entrenamiento, y rúcula, rodajas de tomate natural y queso de cabra fundido, rico y sano, que no es cuestión de zamparse una hamburguesa después de la paliza en la clase de bike. Probablemente, la receta la habrán visto en alguna de las miles de cuentas de Instagram sobre hábitos saludables, o es alguna de esas recetas virales como el dudoso helado de chocolate con huevo duro. Enseguida, a hacer balance del día y a descansar, que queda una semana larga. 

Es domingo y son las nueve de la mañana. La clase de spinning vuelve a estar llena. Ninguno de los deportistas cumple ya 40 años. No se ve gente joven madrugando un domingo para darle a los pedales, los pocos que hay están en la sala levantando pesas. Los picos que hay que subir hoy son duros, menos mal que anoche se acostaron pronto porque ya son más de aprovechar el día. La monitora coge un micro brillante y anima a los asistentes a empezar a poner resistencia, “entramos en zona roja y hay que darlo todo”, dice. A toda pastilla se escucha la canción ‘Saturday night’.

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