Manuel Bermejo: Familias empresarias en la sociedad del cambio

La llegada del siglo XXI aceleró la confluencia de tres detonadores de la disrupción: la revolución tecnológica, ahora con el enorme impacto de la inteligencia artificial y la robotización, la globalización y factores externos adyacentes de diferente índole. Por eso podemos establecer que estamos ante una verdadera “Sociedad del Cambio”. Las familias empresarias deben gobernar bajo los parámetros de la madurez y la responsabilidad para hacer frente a los ingentes desafíos, tanto en el ámbito corporativo como en la dimensión familiar, que trae consigo este renovado mundo. La principal tarea ante este nuevo entorno debiera pasar por repensar muchos paradigmas clásicos, como detallaremos en las siguientes líneas.

En primer lugar, muchas familias empresarias están evolucionando hacia modelos de cultura abierta para dar respuesta a tanto nuevo reto: crean nuevos negocios, venden otros, salen a cotizar, abordan alianzas estratégicas, desarrollan family offices para implementar procesos de diversificación o impulsan fundaciones desde las que dar un sentido más estratégico a su acción filantrópica.

La “Sociedad del Cambio” también está provocando que cada vez más las familias se vayan haciendo no solo más grandes, sino que aglutinen a componentes con una hiperdiversidad de cosmovisiones y, además, se hagan más dispersas. Trabajar la cohesión familiar en estos escenarios se torna crítico y, además, habrá que utilizar herramientas muy diferentes de las que funcionaron bien en el pasado, cuando se convivía bajo el mismo techo. El conflicto entre familiares mal gestionado es el mayor peligro que compromete la continuidad de las familias empresarias.

Los negocios hoy, por muy grandes que sean, ya no avanzan solo por inercias. En escenarios ultracompetidos y ultradinámicos hace falta liderazgo y cultura emprendedora, más allá de la generación fundadora, para asegurar un crecimiento sostenible y rentable. El crecimiento sano facilita la longevidad de las empresas, su rentabilidad y también la posibilidad de crear empleos de más calidad.

Las familias empresarias son un actor de referencia en la sociedad, habida cuenta de su enorme contribución en términos de generación de progreso, y deben involucrarse para contribuir al desarrollo sostenible e inclusivo que todos anhelamos. Hemos evolucionado de la “economía de los shareholders”, cuyo objetivo era maximizar la rentabilidad a corto plazo del accionista, a la “economía de los stakeholders”, cuyo foco pasa por generar valor para todos los grupos de interés, incluyendo por supuesto a la propiedad, pero con modelos que sean compatibles con el beneficio para el conjunto de la sociedad.

Todas estas cuestiones obligan a consolidar un modelo de gobierno integral que aporte valor a las familias empresarias. La evidencia empírica y la experiencia práctica me permiten afirmar que, demasiadas veces, en las familias empresarias cuesta salir de los problemas de la tuerca y el tornillo.

Para que todo este proceso transformador fluya es necesario también evolucionar los modelos de liderazgo en las familias empresarias. Hoy día se demandan líderes capaces de recoger lo mejor del ayer y del mañana. Se precisa una combinación de liderazgo participativo, transformador, público y con propósito.

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