Pedro Caballero: Cartón Piedra

Termina este verano con la sensación de estar viviendo en un decorado. En un país en el que todo lo que nos rodea es bonito y llamativo, brillante y reluciente… hasta que te acercas demasiado y, si eres algo curioso y rascas, te das cuenta de que es de cartón piedra.

Un entorno de attrezzo, de esos que los confiados acaban traspasando con el brazo al apoyarse, creyendo que había solidez debajo.

El verano te hace salir más, experimentar, levantar la cabeza de la rutina del trabajo y observar más. Tanto tu entorno como otros entornos lejanos. Y comparar. Dicen que las comparaciones son odiosas. ¡Seguro que sí! Eso lo inventaron los que salen perdiendo en las comparativas.

Por aquí solo ganamos en clima, y se nos está yendo de las manos. Nuestra gran virtud es una variable que no depende de nosotros.

Da la sensación de que, mientras un exuberante país se iba cayendo a pedazos, no se fue dejando en ruinas, como los barrios de La Habana, sino que se ha tenido el decoro de irlo reponiendo. Pero con el recambio original agotado y echando mano del cartón piedra. “Por favor, no apoyarse. Peligro de traspasar a la realidad”.

No hace tanto, era difícil coger un taxi que no fuera un Mercedes, de chapa dura. Hoy te introduces en irreconocibles modelos de corchopán. Bosques de papel inflamable, mares de espumillón, trenes de attrezzo, restaurantes llenos de figurantes, comida de cera, dinero de plástico, empleo de sombras chinescas. Todo un mundo de ilusión, recreado hasta el último detalle. Como en esos parques temáticos en los que tus personajes favoritos de la infancia se escapan a bambalinas por una trampilla para empinarse la petaca de whisky junto a un contenedor y darle unas caladas al cigarrillo, o al vapeador.

Al volver, por septiembre, la ciudad te sorprende con nuevos escenarios, nuevas propuestas, oficinas, negocios… con la estimulante sorpresa de que todavía hay valientes (o insensatos) que se atreven a iniciar algo.

Lo bueno del cartón piedra es que se repara fácil. Los desconchados se disimulan bien. Ahora toca volver a agachar la cabeza hacia la rutina y que vaya avanzando el curso. En Levante somos muy de quemar las figuras de cartón piedra por primavera. El próximo verano, cuando alcemos la cabeza, miremos, salgamos y comparemos, veremos lo que todavía queda en pie.

Soñaremos con que la estructura metálica que sostiene el cartón piedra aguante y, sobre ella, podamos algún día reconstruir con materiales nobles, otra vez, algo verdaderamente sólido. Buenas maderas, brillantes mármoles, acero pulido… La duda es si quedará aquí algún artesano para hacerlo o se habrán ido todos a donde nunca hubo cartón piedra.

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